CÓRDOBA



La canción del pirata

  Cuando se aborda la figura de Rafael Gómez “Sandokán”, constructor con orígenes en el sector joyero, resulta difícil comprender que en una ciudad como Córdoba, sobria, seria, grave y profunda, donde el senequismo es algo más que un tópico, haya podido crecer como la extraña yerba un populismo apoyado en la necesidad de la gente más humilde. Siendo multimillonario, escalando desde los bajos fondos a las altas esferas del sector inmobiliario, invirtiendo para ello el líquido elemento procedente del tratamiento del oro, Sandokán fue siempre uno de esos triunfadores en los que algunos segmentos del pueblo llano creen ver el padrino de sus desdichas.
Córdoba ha sufrido demasiados golpes en dos años: la pérdida de Cajasur y el hundimiento de importantes promotoras inmobiliarias, la “traición” de una alcaldesa que abandona el cargo para auparse en una consejería y después en un ministerio, y el paso por los juzgados de importantes próceres, entre ellos Sandokán, a quien se relaciona con el caso Malaya.
“Estoy tranquilo, tranquilo, no pasa nada; esto es un mero trámite”… Cuando Rafael Gómez,”Sandokán”, pronunciaba estas palabras camino del juzgado de Marbella, sus próximos empezaron a temerse lo peor. El imperio inmobiliario del doble de Emilio Salgari, el pirata de Malasia, se había derrumbado cuando se iniciaron las acusaciones, y fue entonces cuando este peculiar personaje del paisaje esotérico cordobés comprendió que tenía que animar el populismo profundo de quienes con él antepusieron siempre el corazón a la razón.
Allá, en el barrio Cañero, una zona humilde donde en su tiempo –por no decir aún- había menores que trabajaban en talleres de joyería en condiciones infrahumanas, donde la ganga hace ricos a quienes saben que, como suele decirse del cerdo, del oro se aprovecha todo, Sandokán tiene la reserva espiritual de su causa, el epicentro de un movimiento que se extiende por nadie sabe dónde.
En este escenario, Rafael Gómez se ha decidido a dar el salto a la política, ha anunciado que se presentará como candidato a la Alcaldía de Córdoba. En el fondo de este anuncio se encuentra el largo pleito que Sandokán mantiene por las presuntas irregularidades de las naves de Colecor, las instalaciones levantadas en el terreno de una antigua empresa lechera, en las que se erigió la sede central del imperio de Arenal 2000, su empresa inmobiliaria.
La actual ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, ex alcaldesa de Córdoba, amiga de Sandokán, conoce a la perfección los entresijos de este caso. Nadie desde el Ayuntamiento gobernado por IU ha sido capaz de levantarse contra el promotor que levantó su imperio desde la ganga del oro, y esta circunstancia ha provocado tantas sospechas como interrogantes.
La candidatura de Sandokán es como una bomba de relojería. El electorado de este iluminado recorre como un fantasma transversal todas las ideologías pero podría situarse sobre todo en la izquierda social de los más necesitados, aquellos que sin entrar en vericuetos judiciales están obligados a defender el pan de cada día sea cual sea la mano que se lo dé y los presuntos delitos que se le imputen.
En la intrahistoria de esta novela de piratas bendecidos por un sector del pueblo hay episodios extraños; uno de ellos se representó en un hotel italiano con un gerente aficionado a la relación epistolar. Y no sería extraño que si las sombras se extienden sin límite, alguien quisiera buscarle las vueltas a la ex alcaldesa, aprovechando que la mayoría de los cordobeses consideran hoy a Rosa Aguilar el prototipo de la traidora.
El pueblo llano se suele mover por sentimientos en ocasiones ciegos y por tanto peligrosos. Y, a veces, por salvar a sus santos patronos, hay quienes son capaces de romper la baraja de todos los casinos. De momento, la intención de Rafael Gómez de presentarse a la alcaldía, si se mantiene, puede trastocar todas las encuestas. En cualquier caso, el PSOE cordobés, con Juan Pablo Durán de candidato a la Alcaldía, sabe que quizás no le interese que doña Rosa haga campaña a su favor para las elecciones municipales. Si lo hiciera, correría el riesgo de que alguien le preguntara qué tiene ella que ver con Sandokán.