martes, 21 de diciembre de 2010
La vorágine
Aquel fin de semana en el que Zapatero dijo que decidió cambiar el Gobierno, en realidad fue el inicio de su sucesión. ZP aceptó un pacto con los sectores tradicionales del partido, el antiguo felipismo, para que Rubalcaba fuera el referente del Gobierno y sobre todo el sucesor. Se le daría el rango de vicepresidente primero para situarlo con ventaja en la futura batalla por el liderazgo, que se resolvería en unas primarias a las que daban por descontado que se presentaría Bono. La idea inicial era aguantar toda la legislatura. Sin embargo, llegó el momento en el que se vio que ni la crisis amaina, ni hay datos que permitan pensar que el PSOE se va a beneficiar de un repunte económico antes de 2012 y, sobre todo, que una fuerte caída en las municipales-autonómicas de mayo 2011 crearía una vorágine tal en el seno del partido que sería imposible llegar a las elecciones de 2012 sin una catástrofe interna, con ZP humillado, el Gobierno sin orientación y eso que llaman los mercados hincándoles el diente a una España en quiebra económica, política y social.
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