Puede convertirse en la principal noticia editorial durante mucho tiempo. La aparición de “¡Indignaos!”, un microensayo de Stéphane Hessel, pretende ser un revulsivo con el que se intenta zarandear a la juventud frente a un presente y a un futuro dominados por los mercados. El libro, de unas treinta páginas, ha tenido una enorme difusión en Francia y promete recorrer el continente como un reguero de pólvora. Y lo más curioso es que el autor del mensaje es un nonagenario, eso sí, que sabe del valor de la libertad porque incluso conoció los campos nazis de concentración.
Si algo ha demostrado la crisis es la falta de líderes a todos los niveles. Sólo hay que ver el caso de España. La política, asfixiada por la corrupción, corre peligro como instrumento. De un lado, los poderes financieros tienen más capacidad de decisión e influencia que los políticos, y de otra parte, las redes sociales han democratizado la información hasta tal punto de que una confluencia estratégica de mensajes puede ser capaz de hundir a un gobierno.
Si a ello se une que el elevado índice de abstención con el que se saldan los procesos electorales convierte la política en un discurso cada vez más reducido, no es extraño que mensajes como el que se vierte en “Indignaos” encuentren un terreno abonado, como podrían encontrarlo, en el plano negativo, movimientos radicales antisistema.
Otra cosa será que el segmento social más activo, el de la juventud, sea capaz de sustraerse al poder del mercado y alejarse del consumo alienante.
La mayoría de la población que sufre la crisis es víctima del poder sin control de un sistema financiero que se suele presentar con el eufemismo de los mercados. Pero esa inmensa mayoría de la población tiene en los genes culturales la dependencia del consumo, es decir, del mercado. Tanto es así que hasta la socialdemocracia se ha convertido en el bastión del sistema de consumo. Recuerden sino no cómo cerró Zapatero el último congreso federal de su partido. No dijo solidaridad, libertad, igualdad o uníos parias de la tierra… Nada de eso. Zapatero se limitó a decir: ¡¡¡Consumid!!! Y todos aplaudieron.