
El escenario que marca el futuro inmediato para el PSOE, con la posible pérdida de importantes enclaves –Extremadura, Castilla-La Mancha, entre otros- va a reducir considerablemente las posibilidades de mantener a la sombra de lo público a la ingente legión de militantes socialistas que durante décadas han vivido a cuenta del presupuesto. El principal soporte del PSOE a lo largo de su historia moderna –desde la renovación- ha sido no ya la ideología, siempre acomodaticia, sino (1) el sustento público que garantizaba el partido (2) y esa socorrida afirmación de que “el partido no deja a nadie en la cuneta”. Estos dos principios se han cumplido escrupulosamente a lo largo de las últimas décadas con mínimas excepciones derivadas de odios y fobias personales entre compañeros. No hay que aludir a frases como aquella con la que Alfonso Guerra advertía del riesgo de faltar a estos principios –fuera (del partido) hace mucho frío- o a la reciente llamada de González –en tiempos difíciles, militancia, militancia y militancia- para comprender la importancia que los padres de la empresa le daban a la lealtad y a la protección mutua.
La quiebra de este principio básico en Andalucía está relacionada también con la ebullición de fuerzas internas en el PSOE como resultado de la falta de liderazgo, las dudas sobre el futuro del partido a nivel nacional, y el vacío que dejó la marcha de Chaves. Al no haber referente con quien alinearse y ser débil el liderazgo orgánico oficial –Griñán- cada cual busca su supervivencia desconfiando de quienes le rodean y tratando de orientarse hacia una opción de futuro –Rubalcaba, Chacón, Zapatero…- que le garantice protección y sustento.
El escándalo de los expedientes de regulación de empleo -- Mercasevilla, el caso La Raza, y otros que vendrán--, se produce por otra parte en un escenario sembrado de minas, como es Sevilla, en el que aún hay muchas cuentas por ajustar. Y si a ello se une la necesidad que demuestra una serie de políticos de nuevo cuño, sin preparación pero con una ambición desmedida, por vivir a cuenta de lo público toda su vida, la situación interna del partido es lo más parecido a una bomba de relojería.
El caso de los fondos de reptiles reconocido por el ex director general de Trabajo, Francisco Guerrero, parece más que un hecho en sí mismo, un síntoma de lo que puede ser una estructura de funcionamiento de un poder político que ha penetrado en todos los rincones de la sociedad con la confianza de quienes creían que el poder en política es algo que dura toda la vida.