lunes, 7 de febrero de 2011

Entre la experiencia y la conveniencia

 Los ex presidentes de Gobierno, más que jarrones chinos, como decía Felipe González, se han convertido en la conciencia de sus partidos, gracias a esa especie de distanciamiento de la política cotidiana que les concede su condición de clase pasiva. Hace unos días, Aznar decía que a las autonomías había que ordenarlas para evitar duplicidades y despilfarros. El PSOE tomó nota y le arrojó a Rajoy y a Arenas las palabras de su ex presidente.
Ahora ha sido Felipe González quien sigue reflexionando. Dice el ex presidente socialista que hay que disminuir la masa de funcionarios en las Administraciones. El PSOE de Andalucía comprende la opinión de González pero no la comparte, y para despistar golpea al adversario, el PP, diciendo que quiere privatizar y cerrar empresas públicas. En Inturjoven, la Junta ha echado a la calle a un grupo de empleados de la noche a la mañana, sin previo aviso. Pero desde la Junta se sigue prometiendo que no habrá recortes laborales.
Hay, como se observa, una contradicción permanente entre lo que la experiencia dice que hay que hacer y la conveniencia se niega a aceptar. El problema de la conveniencia es que sólo conviene a quienes están en el poder, cuyos intereses no coinciden con los de la mayoría de la gente.
Sin embargo, el mensaje principal de la intervención de Felipe González ha sido el nuevo aviso a Zapatero: “Cada vez le queda menos tiempo para decir que se va”. A medida que se acercan las elecciones, el no de Zapatero se ofrece más complicado por las consecuencias que tendría para un partido que ha de recomponer un nuevo liderazgo con un proceso interno que pasa por las primarias.
En la reciente convención de Zaragoza, muchos creían en el PSOE que Zapatero iba a anunciar que se iba. Pasó la convención y el temor se incrementó al ver cómo el presidente sigue tratando de manejar unos tiempos que ya no le corresponden. Hasta el propio Blanco, hombre leal a Zapatero, llegó a cuestionar sus palabras diciendo que su sustitución no seria rápida sino que tendría que cumplir un largo trámite y por lo tanto con riesgos de crisis y polémica interna.
En este escenario no sería extraño que quienes hasta ahora han repetido hasta la saciedad que respetarán la decisión del presidente e incluso que querrían que siguiera, dándole así la oportunidad de que la iniciativa de irse sea suya, terminen empujándole para que no le haga al futuro del partido más daño del soportable.
Cuando los medios que promocionan a Rubalcaba como alternativa le tiran de la lengua a González para que ponga su autoridad moral al servicio de la sustitución, le están diciendo a Zapatero que están dispuestos a forzar la cuerda hasta obligarle a anunciar que se irá. La cuestión es saber hasta qué punto quiere el actual presidente mantener una actitud que cada vez resulta más patética.