La imputación del exconsejero Antonio Fernández en el caso de los ERE por prevaricación, malversación y tráfico de influencias es una bomba de relojería. Pizarro ha advertido de que es muy amigo suyo, y el consejero de Presidencia, Antonio Ávila, admite que habrá que reflexionar al respecto, es decir, que deja la puerta abierta sobre posibles medidas disciplinarias que el aparato socialista que controla el sector de Chaves no quiere aplicar contra uno de los suyos.

La división interna que existe en el PSOE de Andalucía tiene en Cádiz el principal bastión contra Griñán. Hasta el punto de que Pizarro, apoyándose en Chaves, hace semanas que plantea un posible sustituto al presidente de la Junta de cara a las próximas elecciones autonómicas, a la sombra de Rubalcaba, diputado por Cádiz, que necesita a Chaves y su influencia en el partido en Andalucía para erigirse en el sucesor de Zapatero. Ha habido reuniones y conciliábulos en los que se ha criticado sin ningún tipo de reparos la gestión de Griñán en el partido y en la Junta. Y el caso de Antonio Fernández se ha convertido en un órdago de los gaditanos, que bajo ningún concepto van a dejar caer a uno de los suyos.
Es decir, que no sería extraño que a partir de ahora y si el equipo de Griñán sigue mostrándose tibio con el futuro del exconsejero, se produzcan sorpresas en una especie de guerra sucia en la que vuelen los papeles y algo más. De hecho, el intento de colocar a González Fustegueras en la candidatura a alcalde de Jerez, en detrimento de Pilar Sánchez es un paso más en este enfrentamiento que cada día es más virulento y ante el que Griñán tiene pocas armas para salir ileso.