Al final resulta que el Guadalquivir no es exclusivamente andaluz y que los extremeños le han ganado la batalla a Chaves, que se empeñó en montar una estructura burocática en torno al río. En realidad, el empeño de la Junta por ponerle puertas al río estaba relacionado no ya con la identidad andaluza –el Guadalquivir no necesita que lo rebauticen-, sino con la explotación del cauce fluvial con chiringuitos en los que colocar a gente de la cuerda con la excusa de proyectos pretendidamente turísticos.
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Puente romano sobre el Guadalquivir. Córdoba |
En todo esto hay mucha representación y mucha política de salón. En realidad, la gente corriente sabe que el Guadalquivir es andaluz en la medida en que pasa por su pueblo, que Andalucía se hace y no se inventa, que la autonomía se ha de demostrar acercando la administración al usuario, y que la clase política ha convertido el debate autonómico en un negocio a la sombra del cual se crea una macroestructura con un coste irracional en la que viven miles de artistas de la cuerda.
Es más, la cosa está de tal forma, que cada vez hay menos gente a la que se le pueda chantajear con eso de que si se critica a la clase política por sus veleidades se pone en cuestión la autononía o la democracia… Cada vez es más difícil vivir del cuento porque hay menos ingenuos a los que engañar.