
En primer lugar, Moreno da por hecho que el PP es el que mueve a los funcionarios de la Junta que por todas las provincias se manifiestan contra Griñán cuando el presidente va de visitas.
En segundo lugar, Moreno compara a los funcionarios andaluces con los matones que han herido gravemente al consejero de Cultura de Murcia.
Y, por último, es como si la consejera viniera a decir que donde las dan las toman, de lo que cualquiera podría inferir que la señora Moreno y su partido no están consternados precisamente por la agresión e incluso la consideran la respuesta al caso andaluz.
Unas horas después, en el Senado se producía un interesante debate. José Joaquín Peñarrubia, senador popular, que precisamente fue delegado del Gobierno en la región murciana cuando gobernaba Aznar, dio a entender que el actual delegado de aquella comunidad no había estado atento a su negociado. Peñarrubia sabía de lo que hablaba. Y le contestó Pérez Rubalcaba pidiéndole al PP ir del brazo contra los extremismos. Quien esto decía, hoy ministro de Interior, fue el director de orquesta de lo que sucedió en las calles de este país después del atentado del 11-M, con los intentos de asalto a las sedes del PP, de los que aún se conservan imágenes muy elocuentes, tanto como las que una televisión murciana ha tomado de algunas protestas radicales con cualificados representantes socialistas entre la gente que amenazaba a los miembros del Gobierno de Ramón Luis Valcárcel.
No obstante y a pesar de las sombras que pueblan la hoja de servicio de Rubalcaba, que empiezan en los gobiernos de Felipe González y permanecen en el actual, a toda la clase política interesa no utilizar las agresiones como moneda de cambio. Este país se encamina hacia un periodo donde las más graves consecuencias de la crisis económica van a hacer mella en millones de personas, que en situaciones límites pueden decidir huir de la resignación de cualquier manera. Y no es precisamente al Gobierno a quien más le interesaría que se desbocara el caballo de la locura colectiva, por mucho que a la consejera de Presidencia de la Junta de Andalucía le brillen los ojos cuando el subconsciente le empuja a comparar a los radicales desalmados de Murcia con los funcionarios de la Junta.