domingo, 30 de enero de 2011

Entre la hoguera de las vanidades y la tutela de Griñán

Decía Manuel Chaves en la convención que ha celebrado el  PSOE en Zaragoza, que el partido no tiene vocación de quemarse en la hoguera. Sin embargo, la reunión celebrada este fin de semana supone un paso más en ese fuego lento en el que está sumido el partido en el poder desde que se abrió la duda metódica sobre la continuidad de Zapatero. Después de Zaragoza, a Zapatero sólo le queda la comprensión patética de su partido, que le está preparando una salida tal que pudiera parecer que de él depende.  De bien nacidos es ser agradecidos, y para ello nadie mejor que José Blanco, un personaje gris que ha conseguido llegar a ministro de Fomento.

Al margen de debates supuestamente programáticos que nada nuevo han aportado, la convención de Zaragoza evidencia dos cosas de forma principal. En primer lugar, que el PSOE se encuentra sin referente claro con quien alinearse, y por lo que a Andalucía respecta, el escaso peso de Griñán frente a quienes le van a tutelar en el futuro e incluso pueden llegar a decidir sobre su continuidad si los resultados de mayo son ruinosos; Chaves, el propio Rubalcaba, y entre bastidores, un Zarrías que pugna por ser parte de la foto, por encaramarse en la cúpula de un partido que tendrá que someterse a cambios y convulsiones internas, en los que suelen salir ganando siempre los máximos expertos en el navajeo.


El mimetismo

La ausencia de un referente sólido en el PSOE, lo que se entiende por un liderazgo claro, es un asunto de envergadura. Los socialistas, desde la militancia a la clase dirigente, se han movido siempre por mimetismo. De tal forma que en ningún partido como en el PSOE se ha visto de una forma más rápida y eficaz cómo las bases y los cargos medios y altos asumen las directrices trasmitidas incluso por gestos y las ponen en práctica con extrema rapidez. Incluso las frases hechas, las muletillas dialécticas y las reconversiones sobre cambios “ideológicos”. Tanto es así, que un militante socialista puede defender hoy un argumento y mañana el contrario, convencido en ambos casos de que los dos son verdaderos, simplemente porque se lo haya escuchado o visto al líder.

Sin líder claro no hay cadena de transmisión, la militancia se siente desorientada y no sabe a quién seguir o a quién arrimarse para sobrevivir dentro de la convulsa vida de quienes dependen de la política.
De hecho, ya se pueden observar no sólo militantes sino cargos medios que se inclinan por mostrarse rubalcabistas, los menos siguen siendo zapateristas por estar marcados y no poder aún dar el salto hacia el nuevo posible referente, y otros se apoyan en criterios de territorialidad para empezar a conformar un poder con el que entrar en el reparto en un futuro. Este estado de cosas puede ser traumático en un partido acostumbrado a una cultura de liderazgos largos, la que representó Felipe González, y que se quebró durante unos años para ser restablecida por Zapatero.

En esta situación juega otro aspecto no menos importante. En el PSOE conviven hoy dos generaciones muy marcadas, la que proviene del felipismo y otra compartida entre los fieles al zapaterismo y una nueva camada que aspira a vivir de la política como han hecho sus predecesores. A medida que el PSOE vaya perdiendo enclaves de poder, ya sean municipales, autonómicos o el nacional, este forcejeo interno entre las dos generaciones puede llegar a ser todo lo cruel que en política acostumbra a ser la relación entre compañeros de partido que aspiran a ocupar un espacio en el que sobrevivir.

Un Griñán tutelado

Y, por otra parte, en relación con Andalucía, la presencia de Griñán en la convención no ha pasado de ser meramente burocrática. El poder real por lo que a los andaluces se refiere está en Chaves, con su escudero Zarrías buscando hueco. Cuando Chaves dejó la presidencia de la Junta para ser vicepresidente, todo apuntaba a que la figura de este político estaba amortizada. Entonces, Zapatero aún tenía posibilidades de sobrevivir y se esperaba que con el tiempo se quitaría a Chaves de encima como último exponente del felipismo que incluso se atrevió a echarle un pulso para seguir en la Junta hasta las próximas autonómicas –recuérdese la reunión de parlamentarios andaluces en Madrid con Luis Pizarro entre los muñidores para defender el plante de Chaves frente a Zapatero-.

Lo convulso de las aguas socialistas hoy, la erosión de la crisis en el partido y la pérdida de influencia de Zapatero abren en el PSOE un imaginario colectivo en el que hasta los muertos pueden resucitar e incluso bailar sobre la tumba de quienes quisieron matarlo.
Por otra parte, la debilidad de Griñán en Andalucía, su falta de control del partido y su escasa autoridad frente a los reinos de taifas en que se han convertido algunas provincias, van a derivar en una toma de poder de Chaves y Zarrías, posiblemente con el apoyo de Rubalcaba en esta región. El primer paso de este proceso ya se dio hace unas semanas cuando Rubalcaba y Chaves se reunieron en Sevilla con Griñán, en la sede del partido, en compañía de otros responsables de menor nivel, entre ellos Pizarro.

La tutela de Chaves y Rubalcaba sobre Griñán, la resurrección de Pizarro como submarino interno del presidente andaluz, obedecía al peligro que suponían las encuestas que se estaban haciendo públicas y que abrían por primer vez en la reciente historia la posibilidad de que el PSOE fuera desalojado de la Junta, con lo que esto supondría para un partido que inició su renovación en Andalucía –recuérdese aquel PSOE renovado de Felipe y el grupo de la tortilla, después de traicionar a Rodolfo Llopis y arrogarse los méritos del socialista histórico por el procedimiento del tirón.
Griñán, de hecho, no ha sabido ocupar el cargo de secretario general del PSOE-A, cuenta con focos de rebeldes en Cádiz, Jaén, Málaga y otros puntos menores, y en el resto tiene a unos secretarios provinciales que miran de reojo lo que puede venir para aclimatar sus fidelidades.
Por lo que respecta al Gobierno de la Junta, Griñán se encuentra bloqueado, ha llegado incluso a mantener enfrentamientos más o menos evidentes con Zapatero y por supuesto con Chaves y otros ministros, más que como un reflejo de una supuesta autonomía política como una prueba de impotencia. El trágala, por ejemplo, de la deuda histórica pagada en solares es una prueba evidente de esa incapacidad para hacerse con un espacio, dentro del partido pero con autoridad suficiente para que el PSOE andaluz cuente en el concierto federal con la fuerza que otras veces ha demostrado tener.

A partir de ahora todo lo que ocurra estará en función de la cita electoral de mayo. Griñán, de quien se ha anunciado que hará campaña en apoyo de los candidatos a las alcaldías, no parece haber demostrado una influencia trascendente en la composición de candidaturas. Sólo por reparar en el caso de Córdoba, donde se comprometió a convencer a Moratinos, hay motivos para pensar que cada secretario provincial ha jugado su propia baza, con ejemplos tan pintorescos como el de Jerez, donde, Pilar Sánchez, la aspirante a renovar su puesto de alcaldesa, ha llegado a pedir incluso protección a la ejecutiva regional ante las maniobras de González Cabaña, secretario provincial y presidente de la Diputación, de quien se sospecha un pacto con Pedro Pacheco para echar a la candidata después de las elecciones a cambio de mantener la Diputación en manos socialistas o, lo que es lo mismo. del propio Cabaña.

Si el PSOE, como acaba de decir Chaves, no está dispuesto a sacrificarse en la hoguera, tendrá que correr por todo el mapa para evitar que los conatos permanentes de fuegos incontrolados acaben por prender hasta convertirse en un incendio difícil de controlar. En Andalucía, sin ir más lejos, nadie sabe qué puede pasar cuando llegue el momento  de componer las candidaturas a las elecciones autonómicas de 2012, pero no parece muy posible que Griñán, si se mantiene, pueda conseguir presentarse con un proyecto de grupo parlamentario del que se pueda decir que es el primer bastión del griñanismo, un movimiento, por cierto, del que no se conocen muchos feligreses.