La reiteración con que se hacen públicas encuestas, casi todas favorables para el PP, está creado un ambiente de realidad virtual que a unos les puede llevar a la esquizofrenia y a otros a padecer lo que podríamos denominar “efecto adormidera”. Gran parte de las declaraciones de los políticos en los últimos meses tienen que ver con las encuestas. Es decir, se crea una realidad virtual -¿qué pasaría si…?-, y sobre ella se hacen valoraciones virtuales. La gente del común, mientras tanto, sigue en su realidad cotidiana y sólo se molesta para señalar en esas mismas encuestas que uno de sus principales problemas es la clase política.

De otra parte, las encuestas tienen hoy dos aspectos, si no inéditos, mucho más acusados que en otras ocasiones. El primero es el incremento de los potenciales electores que se alejan del mercado del voto para irse a la abstención. Los políticos, sean del signo que sean, no suelen reparar en este fenómeno, porque no computa en los porcentajes activos, es decir, en la diferencia entre los partidos para, contando los votos a favor, saber quién puede llegar al gobierno, sea cual sea el número de personas que no optan ni por unos ni por otros.
Y, de otro lado, existe un efecto aún más perverso para los intereses del partido que puede considerarse ganador virtual, que se esconde en el voto que pueda activársele al partido perdedor en la encuestas cuando lleguen las elecciones y la virulencia de las campañas haga que el electorado natural de cada cual despierte por temor a que ganen los contrarios.
Si a ello se une el pequeño universo de encuestados con que se cuenta, el índice de error o la cocina que cada cual le aplica, el resultado de las encuestas es todo un misterio para quienes se dejan guiar por la realidad. Sólo hay que reparar en la exposición que hizo una representante del equipo que ha elaborado la reciente encuesta de la Universidad de Granada para constatar esta distorsión. La ponente, más que explicar datos, parecía querer animar al PSOE y a su electorado para que no se dejara llevar por el pesimismo y despertara huyendo de la atonía o la resignación ante el avance virtual de los populares. Y, naturalmente, esta actitud no constaba en el índice de error.