El verdadero embrujo de la Feria de Sevilla está en esa manera de trufar el patio de Monipodio en alegría del Real, de situar a los próceres de la tierra en una pasarela de vanidades en la que se pierde incluso el pálpito de la corrupción. Iván Chaves, el comisionista que ha hecho fortuna a la sombra del poder, pasa la feria bailando en una caseta particular con su hija, bajo la atenta mirada de Antoñita, su madre y esposa del ex presidente Chaves. La gente pasa y mira y se recrea en la figura de Iván, que empieza a robarle cartel en el subconsciente colectivo a la propia Belén Esteban: “¡Mira! ¿No es ése el niño de Chaves?”.
Pues sí, Iván se ha convertido en una de las atracciones de la Feria de Abril, que este año se celebra en mayo, insinuando que nada de lo que se publica le afecta, que mantiene intacta la vena familiar, con su madre a la vera vigilándole y vigilando a quienes les miran, y que aún hay quienes se le acercan para saludarle sin temor al qué dirán. Iván es el poder del viejo régimen que declina, trufado de pijo sevillano en una dinastía que parece morir mientras el padre aguanta en el Congreso las embestidas de los diputados del PP que le muestran los papeles de los negocios del hijo conseguidor.
El salto del patio de Monipodio al Real de la feria de Sevilla tiene en la Maestranza el escenario de las sentencias populares. Hace unos días, en una de las primeras corridas de la prefería, con toros de Núñez del Cubillo, un aficionado le gritó al presidente de la lidia: “Eres más malo que Zapatero”, y despertó una carcajada general de aprobación. Esa puede ser la mejor encuesta. En los tendidos se encontraba el ex presidente de la Junta Rafael Escuredo, rescatado ahora por Griñán como miembro del Consejo Consultivo, que prefirió mirar para otro lado.
La gente del sol y la sombra ya ha puesto el pulgar mirando el albero. La clase política del poder ha dejado este año de ir a los toros con la profusión que antes lo hacía. Todos recuerdan aquellos años en que las barreras se poblaban de consejeros y capitostes de la Junta. Pero hoy nadie se atreve a colocarse cerca del toro, ni siquiera en la barrera. Y eso que en este último año la Junta ha contado con el mejor defensor de la fiesta que haya tenido jamás. En su condición de consejero de Gobernación, Luis Pizarro hizo una gran labor de apoyo a las corridas. Se reunió con toreros, les tranquilizó prometiéndoles que en Andalucía nunca pasaría lo de Cataluña… Y al final, le cogió el toro. Se tuvo que ir por la puerta de atrás porque el presidente de la plaza, Pepe Griñán, lo descubrió en sus contubernios.
Chaves padre y la Duquesa
Con el poder fuera del ruedo, en la Maestranza sigue reinando la Duquesa de Alba. La gente la mira y se pregunta “dónde está el funcionario…”. El funcionario es la pareja sentimental de doña Cayetana, y lo llaman “funcionario” para marcar a fuego su condición de plebeyo, como si el pueblo llano hubiese olvidado que hoy no hay título más seguro que el de funcionario, aunque sea uno de esos treinta mil que Griñán acaba de meter por la puerta de atrás en la función pública con el decretazo.
Doña Cayetana despierta un amor contradictorio en el poder socialista.Manuel Chaves la nombró Hija Predilecta de Andalucía e incluso prologó una de sus biografías. Y, por contra, el ex presidente extremeño, Rodríguez Ibarra, la persiguió por la Cabra Alta y la Cabra Baja, las fincas de doña Cayetana en Badajoz, cultivando un populismo que no casaba con el cariño de Chaves hacia la Duquesa.
Rubalcaba y Griñán velan por el negocio de Fernández
Sin embargo, el mensaje más palpable sobre la realidad del poder está en el Real de la Feria. Rubalcaba ha posado junto a dos chicas-anuncio de marcas de manzanilla de Sanlúcar, y Griñán ha hecho lo mismo con otras dos chicas-anuncio, en este caso de Tío Pepe, de González Byass. Curioso, si se tiene en cuenta que el presidente del Consejo Regulador tanto del fino como de la manzanilla es Antonio Fernández, ex consejero de Empleo e imputado por la juez Alaya en el caso de los ERE.
Fernández se ha paseado por la Feria como si nada. Está convencido de que, como decía Juan Guerra en su caso, no hay “ná pená”, es decir, nada penal, y parece encantado de que tanto el vicepresidente Rubalcaba como el presidente Griñán promocionen los productos de su Consejo Regulador, y sobre todo de González Byass, empresa en la que trabajó el ex consejero y donde consiguió su ERE personal ahora tan polémico. Deben de ser estas coincidencias de la Feria las que carga el diablo, si es que se puede decir que hay diablo en el Real.
Los abanicos se mueven para Javier Arenas
Los abanicos de la feria sevillana, sin embargo, empiezan a menearse este año con un nuevo lenguaje. Quienes tienen el buen gusto de hacer uso de este artilugio refrescante que en la clase política puso de moda el ex presidente Rodríguez de la Borbolla, que se entendía con el meneo con la propia Duquesa de Alba, saben que el movimiento del abanico de la feria de este año apunta a Javier Arenas, el poder que viene, según las encuestas.
Los movimientos más alegres se dirigen a Javier, que pasea por el Real con su esposa, Macarena, y sus hijos, como si quisiera marcar un contraste con la familia Chaves, tan enredada hoy en asuntos de influencia. A Javier Arenas se le acerca la gente ahora como si fuera el santo de una romería, se le ponen a la vera para salir en la foto y se le felicita por lo que dicen las encuestas. La gente se acalora cuando se acerca al poder virtual y entonces se olvida de los que están en declive. Son cosas de la política trufada con el albero de la feria sevillana.
Así como sopla el viento se suelen mover los abanicos y, como se ha visto, cuando alguien grita en la Maestranza que el presidente de la corrida es “más malo que Zapatero” es porque el viento sopla para la otra orilla del Guadalquivir, esa en la que Rajoy ha abierto la campaña electoral desde el restaurante Abades, junto a Río Grande, un lugar este último también relacionado con los ERE… ¡Vaya por Dios!
Publicado en El Confidencial