jueves, 30 de junio de 2011

Más sociedad

Entre las tediosas sesiones del último debate sobre el estado de la comunidad andaluza, al margen de lo convencionalmente noticiable, se ha deslizado una idea casi revolucionaria, sobre todo por haber sido expuesta en sede política. El líder del PP. Javier Arenas, llegó a pedir “más sociedad”, aconsejándole a Griñán que se alejara de intenciones intervencionistas… Más sociedad. Uno de los graves déficits de Andalucía y de otras muchas comunidades españolas donde los partidos suman lustros en el poder, es precisamente la penetración del elemento político en el plano social.

De tal forma, que al pairo de las subvenciones, apoyos económicos y demás dádivas del poder, vemos a los políticos queriendo controlar desde colegios profesionales a colectivos sociales pasando incluso por la liturgia religiosa, y no digamos los medios de comunicación.

Sin embargo, eso de “más sociedad” depende en gran parte de la propia sociedad en la que muchos gremios, colectivos y tribus parecen felices bailando en torno al poder político y sus representantes, sintiéndose importantes sólo por sentarse junto al prócer de turno, y tratando de que sobre sus cabezas recaiga la proyección del poder político a modo de bendición.

La vitalidad de la sociedad depende sobre todo de la propia sociedad y de la medida en que ésta se convenza de que los políticos tienen como cometido la administración de los intereses públicos y nada más. Todo lo demás, desde el terreno empresarial al religioso pasando por las asociaciones de cualquier contenido, han de desenvolverse no sólo al margen de la política sino dejando a los políticos en el lugar que les corresponde, el plano público administrativo.

Hace unos días, un querido colega declaraba en una cadena de radio que la debilidad de los medios de comunicación hoy es directamente proporcional a la fortaleza de la política, En parte tiene razón. Sin embargo, lo que entendemos por clase política se encuentra cada vez más limitada en su poder por (1) eso que llaman mercados y que tienen más capacidad de decisión que los representantes democráticos y (2) por las redes sociales, que con su poder de relación inmediata pueden provocar reacciones de envergadura que trastoquen los esquemas del poder político sin que éste tenga a veces capacidad para desenvolverse con la urgencia que querría.

No hace falta aludir de nuevo al 15M, sino observar, por ejemplo, cómo un movimiento espontáneo en las redes sociales puede hundir un producto de consumo. Y, hoy por hoy, el consumo es la principal ideología de la sociedad occidental, con un poder a veces cercano a la religión y por encima de la dependencia política de la gente corriente.